Leemos en la prensa de estos días postelectorales que la Banca está publicando sus indecentes resultados (1). En concreto, "Banco Santander bate un nuevo récord de beneficios con 5.241 millones de euros en el semestre...". Cuando los números son tan grandes que se nos escapan, es bueno traducirlos para llevarlos a unos parámetros inteligibles: si dividimos primero entre seis y después entre treinta vemos que el Banco de Santander ha ganado de forma neta 29 millones de euros al día en los últimos seis meses. Ahora sí. Estos beneficios son, claro, "después de impuestos", es decir, una vez descontados todos los gastos de personal (incluyendo los directivos con sueldazos millonarios), mantenimiento, financiero, fiscal... incluso del nuevo impuesto a la banca que el gobierno implantó recientemente y que tantas críticas generó, no ya entre los banqueros (lo cual sería hasta comprensible) sino entre la derecha neoliberal española (2) poniendo en evidencia, una vez más, de qué lado están. Y es que eso de que ya la división derecha/izquierda es un anacronismo (que llevamos ya no pocos años oyendo) es desmentido una y otra vez por la tozuda realidad. Veamos. |
Que la derecha neoliberal está siempre del lado de los poderosos es de una obviedad evidente. Las medidas que toman allá donde gobiernan tienden a eliminar el peso del estado en la vida social bajando impuestos y liberalizándolo todo con la pueril excusa de que la economía se autorregula. Algo que la realidad lleva ya varios siglos desmintiendo pues la liberalización tiende a concentrar el poder en cada vez menos manos. Incluso en sectores, como la sanidad y la educación, en los que había cierto consenso en que debían estar liderados por un potente sector público (aunque existiera sanidad y educación privada disponibles para aquellos que la quisieran usar) la liberalización ha empezado a tomar fuerza preocupantemente pues se hace a costa de debilitar el sector público.
Pero hay otros sectores, por el contrario, en los que la participación pública ha ido disminuyendo hasta desaparecer por completo. Y me estoy refiriendo a sectores tan estratégicos desde un punto de vista estatal como la energía y la banca. La privatización llevada a cabo por González (que de socialista pasó a socialdemócrata y luego a neoliberal) y por Aznar (este no ha engañado a nadie) en el sector energético nos dejó a todos los españoles en manos de los intereses económicos de las grandes empresas de la energía. A todos los españoles y a España como nación que dejó un sector geoestratégico y determinante del bienestar de la ciudadanía en manos de intereses absolutamente ajenos al interés general con el peligro que esto conlleva. Afortunadamente el neoliberalismo reaccionario y desarrollista parece que no podrá gobernar por el momento y el gobierno de centro/izquierda quizás pueda seguir intentando tomar medidas como las que ha empezado ya a esbozar (con una lentitud y timidez exasperantes) la Ministra Teresa Ribera.
Es verdad que el sector energético requiere una intervención radical por parte del estado interviniendo las grandes empresas e iniciando una transformación social tan revolucionaria que ningún partido político está dispuesto a iniciar por el coste electoral que tendría (lo cual nos aboca al colapso, pero de eso no hablamos hoy). Sin embargo, si nos centramos en el otro sector estratégico y esencial dejado en manos de los intereses económicos al que antes aludía, es decir, la banca, y a pesar de que aquí las soluciones son mucho más sencillas, no lo tenemos mucho mejor. Los liberales dicen (y no les falta razón, debo reconocer) que la gestión de la banca pública cuando existía, es decir, las Cajas de Ahorros, fue nefasta. Pero estamos de nuevo en la excusa de siempre. El manual del perfecto liberal dice que para defender las privatizaciones basta con criticar la gestión pública, en demasiadas ocasiones lenta e ineficiente, de cualquier sector del que hablemos. Pero si bien es verdad que en muchas ocasiones la gestión pública es manifiestamente mejorable, la alternativa no es privatizarla y permitir a los de siempre (las clases dirigentes a las que la derecha defiende a capa y espada como único objetivo ideológico) sacar beneficios (frecuentemente desorbitados) de tan arbitrarias decisiones. No. La alternativa debería ser esforzarnos por mejorar la gestión pública en aquellos casos (abundantes ciertamente) en los que debe mejorarse hasta optimizarla, manteniendo así la titularidad pública y con ella la garantía del mantenimiento de unos objetivos basados en el bien común y no en el máximo beneficio de los propietarios.
Y volvemos aquí a el encabezamiento de este escrito. En los últimos seis meses, los propietarios accionistas del Banco de Santander han ganado 29 millones de euros al día para gastarlos en sus yates y sus cosas. Mientras tanto, el Banco de Santander (y el resto de bancos, no quiero yo aquí personalizar) ahoga a sus clientes subiéndoles las hipotecas cada vez más sin miramiento alguno, y de paso mantiene bajo mínimos la remuneración de los depósitos (de los que aún tienen algún depósito) a contracorriente del resto de Europa, y restringiendo la atención personalizada a los clientes a los lunes y jueves de diez a diez y cinco de la mañana. Y el PP diciendo que el impuesto extraordinario a la banca es populismo comunista, y la mitad de los españoles votando al PP (o a VOX, que ya ni hablamos) en un incomprensible apoyo popular a los grandes capitales y a sus privilegios medievales.
Y es que la existencia de un banco público sería esencial para marcar criterios en intereses de hipotecas, depósitos, atención al cliente etcétera que los privados deberían imitar si quieren seguir teniendo clientes, más allá de que si es obligado (y hoy día lo es) disponer de una cuenta en un banco para vivir en esta sociedad, el estado debería proporcionarnos una alternativa pública esencial más allá de que hubiera (que no está mal que la haya) opciones privadas.
Sin embargo este gobierno supuestamente socialdemócrata (con la ministra neoliberal Nadia Calviño a la cabeza económica) dejó pasar lamentablemente la oportunidad de mantener Bankia como banca pública aprovechando que había tenido que ser parcialmente nacionalizada por Rajoy (el mundo al revés) para evitar el colapso provocado por la neoliberal gestión de Rodrigo Rato ("es el mercado, amigo"). Pero Calviño reprivatizó Bankia evidenciando que del PSOE hay que fiarse lo justo. Que ellos son de izquierdas siempre que no se moleste demasiado a los poderosos, no nos pasemos.
Dicho lo cual permítaseme alegrarme infinitamente de que la opción de gobierno neoliberal reaccionario y desarrollista se haya alejado a pesar de lo que parecía, y que de nuevo una opción "progresista", liderada por un tímido PSOE pero desde cuya izquierda tira con fuerza y desparpajo un incipiente SUMAR, se perfile como fuerza gobernante más probable.
Eduardo Sáez Maldonado
(1) https://www.lavanguardia.com/economia/20230728/9139339/bancos-entidades-beneficio-junio-semestre.html
(2) https://cadenaser.com/nacional/2022/07/13/feijoo-contra-los-impuestos-a-las-energeticas-y-la-banca-el-gobierno-no-es-apto-para-afrontar-una-crisis-de-esta-magnitud-cadena-ser/
|