Y es que muchos expertos lo comentan, el hombre ve un espejo de sí mismo en los otros.
Ese espejo a veces puede ser muy bonito y agradable de contemplar pero otras veces es muy feo y no es nada atrayente a la vista.
Todos tenemos nuestras propias miserias y nuestros puntos fuertes.
Pero a causa de nuestro desarrollo evolutivo como persona , de nuestras experiencias de maduración e indudablemente de la educación y ejemplo recibidos por parte de padres y profesores ,se forja en nuestro interior una personalidad que acepta lo bueno y lo malo o que no lo acepta, se pelea consigo mismo y achaca a los demás sus propios puntos flacos o aspectos personales menos agradables.
Es un acto de valentía saber aceptar lo malo de uno mismo, pero resulta muy difícil hacerlo para muchas personas, porque es como reconocer sus debilidades y durante muchos años y aún hoy en día el reconocimiento de la debilidad ha sido y es visto como un acto de cobardía, cuando se trata de todo lo contrario, es quizás el mayor acto de valentía que puede llevar a cabo cualquier persona : reconocer sus puntos flacos y sus puntos fuertes, ya que es la única manera de evolucionar y de madurar como persona.
Poner al otro como excusa para no evolucionar uno mismo no es la forma correcta de avanzar, en todo caso es una manera de escapar de nuestra propia realidad y de evitar reconocer como somos en nuestro interior.
Realmente es la manera más astuta de conocerse a uno mismo y saber sus capacidades y sus limitaciones de cara a la vida personal y social y de cara a su futuro en todos los ámbitos de la vida.
Se trata por consiguiente de un tema apasionante y que ha sido objeto de debate durante muchos años por parte de expertos en sociología, psicología, psiquiatría y dentro del entorno educativo a la hora de coordinar las relaciones interpersonales y actitudinales entre niños y adolescentes en pleno período de maduración y de desarrollo psicosocial.
Jesús Miguel Relinque Mota Profesor de instituto de Málaga.
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