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14 de Febrero | Pedro Biedma. 14.02.22 | | Hoy quiero confesaros algo extraordinario que ocurrió hace cuatro o cinco años, lo he mantenido en secreto todo este tiempo pero ahora me siento con fuerzas para contarlo y compartirlo con todos vosotros. Tenía esa fecha grabada en mi mente desde el lunes a primera hora, debía entregar una importante oferta antes de las siete de la tarde del viernes. Desde que recibí la orden por parte de mis superiores me concentré en ello, pasé horas y horas sin salir de la oficina, sin apenas tiempo para ir a comer algo, llegando tarde y cansado a casa, cruzando apenas un par de frases con los míos. Una cena rápida y ligera, un par de cigarros y un beso a cada uno acompañados de la frase “hasta mañana, que descanséis”. Por supuesto no tuve la ocasión de ver la televisión, la prensa, redes sociales, etc, ni un segundo, estaba centrado en mi tarea y lógicamente me perdí la noticia más importante de esa semana, aún me pregunto cómo pude obviarla. Al levantarme, media hora antes de lo habitual, una ducha para “espabilarme”, un café acompañado de mi esposa, un beso de despedida y a correr hacia la oficina, sin ganas ni tiempo de poner las noticias en la radio durante el camino, si acaso alguna de mis canciones grabadas. En el trabajo solo se hablaba de esa importante oferta, ni una sola referencia, al menos yo no la escuché, a la verdadera noticia que tenía al resto de España en vilo. Así transcurrió toda la semana, al llegar la hora prevista y como es habitual en mí, la oferta quedó entregada al cliente. Entonces fue cuándo sucedió, al despedirme, uno de mis compañeros lanzó la cruel pregunta, – ¡Pedro! ¿Qué le has comprado a tu esposa por el día de los enamorados?-- | Mi mente reaccionó, recordé que ese día 14, además de ser la fecha fijada para acabar mi faena, era el día de San Valentín, ese día que una importante cadena comercial, a mediados del siglo XX, hizo ver a los españoles que para querer a tu pareja debías de hacerle un regalo, daba igual cuál, eso sí, cuanto más caro mayor era la demostración de tu amor. En ese instante deseé que la tierra me tragase, no llevaba ni un euro encima, ahora entendía los repentinos atascos de tráfico de los últimos días. Mientras iba conduciendo rumbo a casa, intenté inventarme una buena excusa pero todas se caían por su propio peso, ¿quién se creería que no he oído los miles de anuncios que inundan todos los canales televisivos durante esas fechas?, seguro que hasta en los exclusivos, en los que el resto del año solo emiten deportes, documentales, misas y programas religiosos, sin anuncios, durante esta semana habrán hecho una excepción, ¿quién podría pensar, que no había leído los cientos de mensajes con ofertas exclusivas que sin saber como aparecen en tu email personal?. Así que utilicé la estrategia más común, hacerme el tonto, llegué a casa, hablamos sobre mi trabajo, le pregunté cómo había pasado el día, eso sí, cuidando mucho de alejarla de la televisión, recuerdo que le comenté ¡vamos a fumar al patio, tengo bochorno!, ella me miró extrañada pero accedió. Luego recurrí al clásico “estoy muy cansado, no voy ni a cenar, me marcho a la cama”, dicho y hecho. Sabéis lo más extraño de todo, al día siguiente no ocurrió nada extraordinario, le pregunté a mi corazón y este respondió que mi amor por ella continuaba alojado en su interior. Unos días después me armé de valor y se lo conté todo, ella me miró riendo, me dio un beso en los labios y me susurró al oído: “yo también me olvidé, pero ese día 14 te quise un poquito más que el 13 y algo menos que hoy”. |
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