Añoro a mi querida abuela Lola, añoro sus relatos, su olor, sus besos, su presencia. Por desgracia la nombrada enfermedad se apoderó de ella y en cierto modo la hizo viajar al pasado de donde nunca llegó a regresar.
Solo pensar que mi cerebro fuese incapaz de reconocer a mis dos hijos, a mi amada esposa, a mi madre del alma, a mis hermanos, atormenta mi silencio.
No soy capaz de imaginar que puedo llegar a olvidar el primer y único día en el que me enamoré, el día en el que nacieron mis dos estrellas, la suerte de haber sido concebido por dos personas excepcionales, el haber compartido mi vida con los dos mejores hermanos del mundo.
No quiero que esa maldita enfermedad se nutra de mis recuerdos, de mis escasas buenas acciones y de mis infinitas malas actuaciones.
Me horroriza el visionar mi cuerpo sentado en una silla, despojado de mis recuerdos, malhumorado y ser una carga para mis seres queridos.
Espero con impaciencia que la ciencia encuentre una solución capaz de acabar con esa enfermedad difícil de nombrar.
En el caso que el destino tenga preparado que el alzheimer me alcance, os ruego a aquellos que me queréis lo siguiente:
Venid a verme cuando os plazca, no seré consciente de ello, no toméis como una obligación el visitarme. Eso sí, cuando estéis junto a mí, dadme la mano (seguramente la mantendré cerrada), acercaros a mi oído y contadme anécdotas vividas junto a vosotros, con total seguridad no os escucharé pero puede que alguna de vuestras palabras alcance mi corazón.
En algún momento el maldito alzheimer permitirá que el corazón me hable y su sonido alcance mis oídos.
Entonces paladearé cada una de ellas, despacio, sin prisas, os volveré a recordar para minutos después regresar al olvido.
Durante esos escasos minutos me sentiré vivo, me alimentaré con vuestro amor y de nuevo me haréis sentir un hombre.
Bueno, espero que esto sea solo un relato que nace de mis temores y que nunca se cumplirá y sí no es así, es porque el destino ha tomado una decisión errónea.
P.B. 7-4-19 |