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Soñar es gratis | Pedro Biedma. 08.09.19 | |  Como todas las tardes aparcaron junto a su banco preferido. Él la ayudó a bajar, caballeroso como siempre, a la vez que comentó: • ¡Toma asiento!, cariño, ¡qué manera de sudar!, estás empapada. Ella se secó la secreción de la frente y respondió: • Gracias amor, la verdad que pedalear 5 kilómetros cuesta arriba me deja sin fuerzas. Se trataba del momento del día favorito para ambos. Llegaba la hora de hablar de sus inquietudes. Herculana agarró la mano de Inocencio, lo miró a los ojos y le preguntó: | • ¡Vida mía!, ¿en serio te vas a volver a presentar al concurso “escriba su relato y solo un milagro logrará que gane”?, ¡qué inocente eres! • Herculana mía ¿y si gano?, es mucho dinero, ¿y si no se presenta nadie y eligen el mío? • Bueno hijo, tú verás, al menos te entretienes y le das uso al ordenador, que para eso lo estamos pagando. ¿Y sobre qué va tu historia esta vez? • Sobre bicicletas, corazón mío. • ¿ Y no te pasarás del número de caracteres? • No te preocupes, los cuento siempre con la ayuda de mi abuela. • Tú sabrás Ino, ¿te imaginas que suena la flauta y nos toca?
En ese mismo instante pasó delante de ellos un señor de mediana edad, iba paseando en patinete a la vez que tocaba con maestría una flauta peruana, la canción era la misma que sonó el día en el que se conocieron, “la cucaracha”. El ritmo de la música les animó y comenzaron a bailar airadamente, finalizando su actuación con un beso. Mientras los viandantes aplaudían y arrojaban monedas y billetes de diez euros, ella le susurró al oído: • ¿Y si te dan el premio?, ¿qué piensas hacer?, corazón de melón. • Comprar una bicicleta en condiciones para cada uno y devolverle el triciclo a mi hermana, ayer me dijo que el niño ha comenzado a caminar y les gustaría regalársela, de nuevo, para su cumpleaños. • ¡Ojalá sea así!, Inocencio de mi alma. Vamos y termina tu relato. Por cierto, ahora conduces tú, capullo de alelí. Se ajustaron sus pantalones cortos color naranja y se colocaron los sombreros cordobeses para protegerse del sol. Él cogió los mandos del triciclo, ella se agarró como pudo a su cintura y recorrieron los 30 kilómetros que le distanciaban de su casa, ilusionados y cantando la canción de “la cucaracha”.
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