El que acosa tAmbién es víctima de lo que le rodeaSeguramente me daréis la razón cuando os recuerde que todos hemos compartido clase con el gordito, con el raro, con el cuatro ojos, con el empollón…Eran amigos míos, y símbolos reconocibles de todas nuestras infancias en los que resaltaba una diferencia, unas veces física, otras veces intelectual, y que los separaba de la media para bien o para mal. Pero eran otros tiempos. Existía una picardía aliñada con un humor que a veces parecía demasiado grosero, exceptuando, no lo niego, algunos casos en donde se pasaban los límites, porque como sabemos, becerros hay en todas las granjas. Las descalificaciones, o al menos así lo recuerdo yo, duraban el tiempo justo y necesario para echarse unas risas, porque aquel gordito, o aquel rarito no dejaba de ser tu compañero de clase con el que compartías seis horas al día. Los unos se metían con los otros, a veces más de la cuenta, pero nunca llegando a estos extremos inexplicables (o no tanto) de maldad.
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